martes, junio 07, 2011



Supongo que no tiene mucho sentido seguir adelante cuando no se tiene un lugar concreto adonde ir.
Supongo que la travesía no es importante como tal.
Supongo que debemos comunicar destinos alcanzados cuandoquiera que lleguemos a una suerte de meta final en la que todo el mundo nos espera. En la que nosotros mismos nos esperamos impacientes como espectadores de nuestros propios logros.
No es cierto que el recorrido sea de por sí una aventura, un motivo suficiente para emprender viaje. Se precisa siempre llegar a puerto a entregar las partidas de carga convenidas, a reponer vituallas, a cargar víveres y agua, a bajar a tierra a los hombres heridos o enfermos. A que los tugurios del muelle doten de nueva fortaleza a los más débiles. A que la moral duerma y se recobre despertada de repente por el humo, el licor y las rameras.
Divisar tierra nos está exigido a todos los hombres. Estamos obligados a alcanzar nuestros sueños. Tenemos la imposición moral de ser felices. O al menos alcanzar la satisfacción de morir en el quiebro por conseguirlo. La vida para ser vivida en el camino, en la caída de cada ídolo, en cada golpe de mar.
Y tú has sido para mí un simple espejismo. Un estorbo. Una distracción buscada que me ha alejado millas y días de mi ruta. Tú, cubierta de seda y especias. Llena de orgullo y altanería, has dormido mis sueños y perturbado mi rumbo. Has apagado el viento lleno de ímpetu que dirigía las velas de mis naves hacia la batalla. Me has desatado del mástil y me has hecho perder los estribos.
No es necesario que sigamos fingiendo con esto demasiado tiempo. Deberíamos tratar de no seguir intentando mantener el aire dentro de los pulmones y soltar una última bocanada de aire antes de hundirnos para siempre en el fondo de los abismos que entre vos y yo nos hemos encargado de crear.
Supongo que tú no lo verás así, pero me importa poco. No tiene ningún sentido que intente levantarme y caminar. Sólo es momento de maldecir tu memoria y borrar tu recuerdo y reposar tumbado.
Tira mis gafas a la basura. Las viejas gafas que dejé encima de una mesa, junto a tu cama. Las gafas que dejé olvidadas en tu cueva la última vez que estuve en tierra. No quiero que me pertenezcan más, ni pertenecerte a ti. No quiero odiarte. No quiero darte privilegio alguno en mi recuerdo. Sólo quiero crear un vacío inmenso inabarcable, entre tu orilla y la mía.
No quiero verte más.

sábado, noviembre 06, 2010


Quiero tener sexo contigo. Un sexo brutal y desenfrenado. Que trascienda todo lo que nos está permitido. Quiero follarte con rabia. Romper con todo y romper tus bragas e introducir mi pene en tu vagina con fuerza. Ni siquiera creo que debiéramos perder el tiempo practicando sexo oral y nos follemos mutuamente contra una pared. Hagámonos daño físico. Que del otro ya nos hemos hecho bastante. Que no nos dé tiempo a llegar a la cama al fondo del pasillo. Que contra las ventanas pegue tus pechos desbordados de tu blusa con torpes movimientos de mis manos. Morder tu nuca y lamer tu espalda. Dejarme llevar por el vaivén de tus caderas follando a mi miembro. Enhiesto surtidor de sombra y sueño, que acongojas al cielo con tu lanza. Quiero ofender a mis principios y a mis finales. Quiero poseerte en lo más profundo de tus entrañas. Quiero que tú me folles. Vencer todos los murales que alguien ha pintado hasta tu sexo. Quiero lamerlo y comerlo como una granada madura fruto de mi desesperación. Asirme a tus rodillas y follarte con mi boca entre tus nalgas. Quiero oirte gritar; gritar de placer absoluto. Gritar frases inconexas y exabruptos. No gimas, solo solloza. Quiero oírte llorar de placer. Que te corras de gusto. Que tu flujo empape mi falo introducido embistiendo tu coño, como me embiste tu mirada brutal cuando me miras a los ojos fijamente. Manténlo asido entre tus manos y hazme decir tu nombre. Quiero correrme dentro de tí. Y dejar que resbale mi semen por tus muslos. Me muero de ganas de follarte y darnos placer hasta rozar el desmayo y el desvanecimiento de nuestros sentidos. Quiero morir agarrado a tus pechos. Y perder la dignidad y la vida entre tus piernas. Y no ver que no ha merecido la pena hasta justo cuando acabe de abrocharme el último botón de mi camisa en tu ascensor.

miércoles, julio 28, 2010


Voy a parecer la ramera de Virgina Wolf intentando arrendar una habitación propia, pero cada vez coincido más con ella. Parece, e incluso me atrevo a afirmar que hasta es, como si todo el mundo viviera en una habitación para sí y yo estuviera hospedado en el salón comedor. En esta humilde morada en la que habitamos, cada cual ha conseguido alquilarse un espacio. Algunos de manera compartida, otros con vistas a su personal ineptitud. Los más; la que le asignó el casero por estricto orden entrópico.
Pero yo no.
Yo estoy en el sofá, o mejor el diván por lo lacrimógeno del pataleo, situado entre la cocina y el baño. Que cae justo entre París y Tombuctú.
Mientras siendo ninguno digno de entrar en nuestras casas, cada cual se retira a sus aposentos a trazar los designios de su ventura. A poder prometer y prometer. A parir y a decidir. A elegir cojones, que es de lo que se trata.
Y servidor mientras; yazco tumbado viendo pasar al que mea, al que el apetito asalta en mitad de la noche. Al zángano tardío y al obrero temprano. Varado en el espacio de la libre interferencia. Instalado de manera permanente en el peor de los reproches que es la opinión no demandada. El juicio barato hasta la gratuidad. Y pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma con el trinaranjus.
Y resulta frustrante ver como se entretejen ambiciones, se juega al cinquillo con el Tarot y se debate con ahínco el sexo de los ángeles mientras uno, y ese soy yo, es llevado por la inercia de los acontecimientos y las sinopsis de los demás. Y por eso he vuelto a escribir esta vez. Copón. Que aquí se entra y se sale como si esto fuese un burdel. Y al final lo que pasa con estas historias es que la puta acaba en el río y los quintos en las imaginarias. Como que hay dios con minúscula. Vamos a tener todos un poco más de respeto por lo más sagrado. Que la libertad de uno acaba donde empieza la del de enfrente, pero luego resulta de que el que duerme en el puto sofá soy yo. Y ustedes luego a sus camarotes a leer novelas, a hacerse pajas y a diseñar sus vidas. Y el menda lerenda sabe que al alba tiene toque de corneta al soniquete del primer gilipollas que le venga al gusto opinar ese día.
Venga por favor.

domingo, abril 25, 2010