Se fue todo el mundo.
Y yo he dormido mucho desde entonces. Porque por lo visto, en este invierno incierto he dormido lo justo que requiere seguir vivo. Torpes minutos concretos e inútiles segundos sueltos de ver que no sigue conmigo tu cuerpo celeste que vino por uno y otro confín y descendió y me besó y me dijo que los hombres son hombres por ser libres y no por tener poder, o dinero o seguros de esos que previenen de todo riesgo posible. Que el vivir es riesgo y si no, entonces no es vivir.
Mucho sueño y muy poco que decir hemos tenido en esto que hemos predicho como reencuentro.
Un devenir de mucho creernos héroes del underground y poco ver luz. Creo que ni hemos visto el sol un puto segundo. Siempre muriéndonos de dos en dos. He ingerido todos los líquidos que mi cuerpo necesitó en un otoño en que no tuve qué beber ni qué comer. Ni qué decir, ni qué sentir. Recuerdo ese otoño como el menos triste de los que he leído después.
Hemos visto nieve en el suelo y en el cielo, y en ningún sitio y en todos. Y os enseñé lo que sé de este lienzo escupido en el suelo del norte del continente viejo del nuevo mundo. Podrido de siglos de no decir ni verbo ni proverbio. He hecho gilipolleces con los pies. Os expliqué que no quiero coger cuernos de toro, porque tengo miedo de que me hinque el pitón en el muslo. Si bien es cierto que los cementerios reciben siempre con flores no conozco quién duerme por gusto entre sus muros. Eso es. Con flores que no son lirios y cubren el cielo con cipreses que impiden el intento de huir de morir del todo. Eso lo sé desde que dejé de beber leche de los pechos de vírgenes. Sin suicidio previo, me refiero.
Hemos confundido los metros y sus tiempos de retorno. Hemos decidido ser libres e incluso estúpidos. De hecho lo decidimos de buen principio y no hemos vuelto sobre eso en todo lo que fueron los tiempos muertos. No se me encomendó misión de renombre. Vosotros no decís lo que tenéis en mente si no se ve licor en el mueble donde el olvido engulle el momento de ser sinceros después de vencer el quicio de mi refugio, dulce refugio.
Pero yo no tengo por qué temer ningún tiro en mi nuez. Hemos vivido un sinsentido perfecto. Escrito por un escritor sin estilo ni verso desde el primer momento en que el suelo de este jodido rincón del mundo recibió vuestros elogios. Que no los míos. Porque esto que visteis lo conozco yo desde que llegué del sur. Pero bueno, no debo seguir escupiendo sentimientos hoy. Y en un futuro venidero no tengo porqué seguir fingiéndome sereno.
Y como resumen diré que no he sentido miedo de volver sin ser yo. Que se puede no ver colores preciosos. Se puede ser un tipo que se siente perdido y solo. Con gente que envuelve todo en presente y futuro, en medio de lo estúpido y lo estéril. Y que se envuelve con él y le convierte en humo. Un humo denso y sucio. Negro.
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N. del A. .- Este artículo está escrito sin utilizar la letra A en homenaje a Georges Perec cuya novela "El Secuestro" en su traducción al castellano no contiene esta letra ni una sola vez. Con modestia, sirva como muestra de admiración este guiño.
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