domingo, enero 17, 2010

Celsius. Dos grados por debajo de cero. Farenheit. ¿Cuatrocientos cincuenta y uno? No lo sé pero hace frío. No sé cómo he llegado a odiarte con tanto ahínco. Con tanto tesón y estímulo. Te quisiera ignorar, pero no puedo. Sólo quiero odiarte un poco más. Todo lo que conciba este delirio tremebundo. Desde mi cuerpo o lo que quede de él. Puta. Maldita seas. Maldita ramera de Cartago. Zorra ensimismada. Maldecida y maldita seas una y mil veces. Putrefacta meretriz siquiera digna de los gineceos de las afueras de Babilonia. Ni olvidarte ni dejar de bailar contigo y danzar con todas las desdichas que me trajiste. Desde tu perturbadora ausencia te marchaste para traer esta turbadora ausencia que lo ciñe todo. Que me confina dentro de mi odio. El que te tengo. Ya lo único que me queda de tí y contigo. Y sigo atado de manos y pies a esta sinrazón que es desearte desde lo más profunda de mis antagonías. Te deseo como a la muerte. Que también deseo no sólo sea para mí, sino para tí primero. Para poder ver tu reinado finado y depuesto. Déspota estúpida y descuidada. Entregada a los placeres de la carne conmigo, contigo y los de nuestra especie. Enferma. Y enfermo yo por tí y los tuyos. Enfermos. Aire con sabor a rancio. A celda. A sótano. Me has jodido la vida. Y parte de la que debía ser mi muerte. No eres digna de entrar en mi casa. Márchate y déjame hacer a mí, con todo el odio que te profeso. Deboto soy del no quererte más. Y no cabrá la piedad en lo que esto pueda tener de estrategia. Mereces mi absoluto desprecio. El mismo que tengo para conmigo o lo que has dejado de mí. A esta altura del camino. Eres una hija de puta.

4 comentarios:

Estepa Grisa dijo...

qué contundencia

Anónimo dijo...

Una vez escuche que sufrir de amor era algo realmente hermoso.
He aquí la prueba.
Y lo digo con toda sinceridad.

Suzanne dijo...

Sufrir nunca es hermoso. Y desde luego, cuando es por amor, todo se vuelve mucho más desagradable.

@MikeSisifo dijo...

Esto es amar, no chingaderas.