lunes, junio 15, 2009

Probablemente ella no sabe que le observo.
No ha reparado en un extranjero más de los que nos agolpamos en los locales de comida rápida de esta parte de la ciudad.
No sabe quién soy, ni adónde voy. Ni siquiera sabe que la semana pasada reparé mi bicicleta color capuccino.
Ya casi es verano.
Dentro de nada se levantará cansada de esperar su pedido y saldrá del local. Y fuera carteles luminosos y gente y un dinosaurio enorme deslizándose por las fachadas de los rascacielos.
Va a hacer mucho calor este año. También en su pequeño apartamento de Shibuya.
No avanza con su curso de guitarra por correo.
Yo he olvidado mis clases de italiano.
Debe llevar treinta minutos esperando una infusión, seguro.
Creo que es europea. No, no lo sé. A decir verdad no tengo ni idea de dónde es. Pero no está de paso por turismo. Eso lo olemos los que llevamos aquí algún tiempo. Es sencillo, sólo hay que prestar atención a la mirada cansada. Abatida en un sosiego transitorio. Absorta con la mirada perdida.
Justo así está ella ahora.
Cree que conoce el camino que no ha recorrido nunca. Está tan cansada y perdida como yo. Como su mirada.
Creo que es profesora o estudiante de algún tipo. A lo mejor prepara unas teorías sobre algo.
Tiene un apartamento tan pequeño que por eso pasa mucho tiempo fuera de ese sitio.
Yo tampoco voy a tomar nada. He entrado porque me dolían los pies al caminar con sandalias. Y ella entonces se ha posado en mi horizonte. Y yo mirando cómo ella no mira nada, pensando que está pensando en nada. Y enamorándome de alguien que nunca se enamorará de mí.
Ni de Tokio. A Tokio ya no le quiere.

2 comentarios:

esteldenadal dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
esteldenadal dijo...

Alberto, para cuando un café?
Hace mucho tiempo q no oigo tus teorías!
1bset